15 ingredientes del éxito finlandés en educación (parte II)

/
0 Comments

Link: The Finland Phenomenon

Después del visionado de The Finland Phenomenon, cabe comentar la génesis y configuración del sistema educativo español. Éste, al igual que muchos otros en occidente, plantea la burocracia como la estructura que soporta su funcionamiento y garantiza su adaptabilidad y funcionalidad para con el resto del sistema general. El control que se ejerce asegura el buen funcionamiento de la institución o del sistema educativo pero no así su éxito. Exactamente este es el aspecto clave o núcleo que ha llevado a Finlandia a ser modelo y a España al fracaso a nivel educativo. Estamos hablando de la confianza, y en nuestro país faltan demasiados cambios sociales profundos para alcanzarla.

En el sistema educativo español actual y ciñéndonos a la etapa de secundaria en particular, el prestigio no procede de la profesionalidad del docente, entendida esa profesionalidad como la capacidad de impartir su materia de forma eficiente, de instruir a los alumnos en su disciplina a la par que les educa, de ser responsable en la tarea de educar a personas íntegras, competentes y juiciosas. El prestigio profesional se entiende como la capacidad de ceñirse a la norma, de responder a la administración y sobre todo a no causar desestabilizaciones en el sistema general. En otras palabras, el prestigio profesional consiste en no dar problemas. Si analizamos el papel del docente en el sistema educativo finlandés, las diferencias son más que notables. Profesionales que están obligados a innovar en cada curso y en cada clase, formados con técnicas creativas, reflexivas, de autoanálisis y de feedback. Las comparaciones son odiosas pero nos pueden dar más de una respuesta al viacrucis de la educación en España.

Exactamente, en España cualquier tipo de conducta que desestabilice el equilibrio, que pretende innovar o modificar rutinas anquilosadas, es rápidamente reprimida. Así como la persona que la promueve es velozmente rechazada y considerada con cierto desprecio. Esto genera una inercia que diluye el sistema de valores y creencias, en el plano docente o como ejemplo hacia los estudiantes. Si comparamos el quehacer diario en una escuela secundaria finlandesa nos encontramos justamente lo opuesto. Exposición pública como docentes o incluso alumnos a nuestro trabajo y continuo análisis para mejorar.

Ante estos hechos es razonable comparar nuestro sistema educativo, el español con el finlandés ¿Ocurre algo de lo aquí citado? ¿Hay alguno de los ingredientes que ha llevado al éxito en Finlandia en nuestro sistema? Sí, existen casos aislados pero no es la generalidad.

Es obvio que no se puede trasplantar o copiar un sistema educativo pero si se hace un símil culinario, utilizando buenos ingredientes (ya sea en el ártico o el caribe), ¿no habrá más probabilidades de alcanzar el éxito?

Que la situación permanezca anquilosa en España no solo se puede achacar a intenciones sectarias del poder político o económico. Hay otros factores que contribuyen al bochorno: el desinterés por parte de la ciudadanía, la desconfianza en los profesionales de la educación, la poca sensibilidad de los medios de comunicación, el caos de gestión en los centro o la falta de profesionalización de los responsables de los mismos, la desigualdad fragrante entre centros públicos, privados y concertados; y además, una más que mejorable motivación de los docentes. Esto se refleja en un alumnado cada día con menos formación, menos valores y un mayor desinterés por su futuro. Ellos sólo son las víctimas pero sus verdugos son múltiples: las familias, los profesores, la administración educativa, los políticos, es decir, la sociedad.

De la misma manera ocurre con la tradición educativa, más valorada que cualquier innovación que mejore la educación a cualquier nivel. La tradición es la base, pero muchas veces irracional, de conservadurismos e inercias inútiles a todos los niveles del sistema educativo (derechos laborales o metodologías docentes, por ejemplo). Y aunque los beneficios de las nuevas propuestas sean manifiestos, en cuanto amenazan la estabilidad de la realidad educativa del momento, es decir, cuando generan nuevos cambios y algo de trabajo, todo el mundo parece reprobar dichas propuestas.

Así, algo presumiblemente bueno como es una mejora en el sistema educativo, se considera como perjudicial, por obligar a los miembros de ese sistema a asumir un cambio (reciclarse, incluir actividades nuevas, buscar formas más eficientes para llegar al alumnado, etc.), que siempre conlleva esfuerzo. Esto queda recogido en las palabras de Thomas Barfield sobre el materialismo de Harris:

“Fundamental en el materialismo cultural es la noción de que los individuos humanos calculan el cociente coste/beneficio y eligen cursos de acción racionales con miras a minimizar la inversión de tiempo y energía y maximizar la salud y el bienestar físico, transmitiendo la riqueza de una generación a la siguiente, además de otros intereses” .
   
A fin de cuentas, no se trata de demoler lo construido hasta ahora y empezar algo nuevo. Quizás dar poder real y remunerar debidamente a los que de verdad pueden contribuir a resolver esta encrucijada sería un buen comienzo. Hablo de esos profesionales fácilmente identificables en la comunidad educativa por su profesionalidad, experiencia, honestidad y que escapan de los gestores, de la burocracia, de los políticos y de los protagonismos: es decir, justo los no trepas.


También te podría interesar

No hay comentarios: